viernes, 4 de marzo de 2011

Un paseo por madrid

Les habla nuevamente el Hidalgo filósofo. Espero que sepan perdonar mi confianza al contarle las reflexiones que me fueron surcando la mente un viernes noche por las calles madrileñas.

Me encontraba el mencionado viernes en mi habitación. El viejo vinilo de mi padre, “Let it be” de The Beatles, había dejado de sonar. Eché un vistazo al reloj, las 22. Me encontraba sumido en una inmensa apatía que no sabía cómo combatir. La televisión me daba nauseas, especialmente esos de Telecinco. El ordenador se me hacía anodino e indiferente, y ahora no me apetecía continuar con aquella novela de Capote que me estaba leyendo, A sangre fría.

Salí por la puerta y me eché a las calles de Madrid. Cogí el metro, línea 5. Me encuentro gente de todo tipo. Desde trabajadores que vuelven a su casa ávidos de cena y sofá a jóvenes dispuestos a hacer botellón para luego entrar a algún local. Veo a uno de esos hombres que toca el acordeón en el vagón. Una verdadera lástima, el sistema y el ser humano son injustos por naturaleza. Decido pues salir en gran vía y fui al teatro, a ver una obra de teatro clásico. Realmente la actriz protagonista estuvo inmensa. Me enciendo el primer pitillo de una larga noche mientras recuerdo los diálogos de la obra: “¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, Señor»”. Ese espíritu se está perdiendo. Cada vez impera más el maldito individualismo. Me volví a sumergir por la gran ciudad.

Verdaderamente Madrid es fruto de enormes contradicciones. Podía ver desde grandes rascacielos a pequeñas casas de gente humilde. Callejeo. Me encanta perderme por las calles de Madrid, especialmente si llueve. Es una de aquellas costumbres que me retraen a cuando empecé a hacerlo, en la adolescencia. Pero mis preocupaciones han cambiado. Me preocupan profundamente muchas cosas. Demasiadas cosas para tan pocas palabras. La mayoría se ven desvirtuadas al pronunciarlas. Me preocupa que hombres como el que estaba tocando el acordeón en el metro no tengan una mejor ocupación. Me preocupa el paro y que más gente tenga que hacer eso o recurrir a otros actos más punibles. Me preocupa el espíritu de este maldito país. Este país de grandes gentes gobernadas por incompetentes, salvo honrosas excepciones, desde hace 400 años.

En esto andaba yo pensando cuando llego al escaparate de una librería, cerrada por la hora. Veo clásicos. Veo a Dostoievski, a  Balzac, al Ulises de Joyce, veo al Augusto Pérez, el protagonista de Niebla de Unamuno. Y también veo como se van sumiendo en un progresivo anonimato. En este país tal vez no se haga lo necesario para incentivar la lectura. Gran valor la cultura, un valor que ha cedido todo peso a lo práctico, a lo que crea capital. Hablando de capital, reanudo mi paseo y paso frente a la discoteca madrileña Kapital. Gente ya en estado de embriaguez, chicas jóvenes con sus amigas para divertirse…gente que es feliz en medio de la gran incertidumbre en la que nos encontramos sumidos los españoles. Está bien divertirse. Maldita sea-pienso- debería estar allí con mis amigos. Al menos no estaría comiéndome el tarro.

Si no me encontraba con ellos esa noche era porque necesitaba aquellos paseos. Necesitaba pensar. Abstraerme de la jungla diaria que es la vida. Pero empieza a hacer frío. Decido ir a un pub. Realmente prefiero los pubs musicales a las discotecas. No hay tantos impedimentos para entrar, normalmente no cobran entrada, se puede hablar en ellos e incluso, en ocasiones, hay actuaciones musicales. Ese día había una. Un joven pianista de aspecto enclenque tocaba una rapsodia en su piano. Música melancólica. Me pedí un whisky con cola. El local era bonito y ciertamente luminoso. La camarera era atractiva, una de aquellas chicas en la que aun puedes retraerte, que aun te inspiran un cierto aire angelical. A mi lado se sentó un chico que rondaría los treinta. Tenía aspecto de ser, como yo, un bohemio solitario en aquella fría noche. Estuvimos hablando de cosas triviales, sin importancia. Ignorando, y esta vez creo firmemente que fue de modo consciente, los temas importantes. Duele pensar en lo importante cuando es trágico. Así pues hablamos de la belleza de la pieza musical, de la climatología y de la enésima victoria del Barcelona. Dos horas y cuatro whiskys después, salí. Más lucido si cabe que al entrar.

Miro el reloj, las 4 de la mañana. Decido ir caminando a casa, no está lejos. Voy observando los carteles en medio del frío, mientras me enciendo otro pitillo. Vota PP, vota PSOE, vota UPyD…vota, vota. Simplemente vota, pero no sepas porqué, solo hazlo. Eso mismo es en lo que pensaba yo. No podía dejar de ver como cada vez más nos condicionan lo que tenemos que hacer. La monotonía. Como decía cierto autor, “un canto triste de melancolía”. Todos iguales, alineados. Ajenos a un destino magnífico que escapa a nuestro control. Como peones. Como actores supeditados a los deseos de un director de teatro de una obra universal.

Tal vez la vida no se podía cambiar. Me dirigía a casa cuando pasé por el colegio al que iba mi hermano y me acordé de algo que ocurrió hará un par de años. -Joder, ni me acordaba de aquello-pensaba mientras me encendía otro pitillo. Por lo visto había dos chicos que eran los gallitos del patio. Los que mandaban, los que organizaban. Por miedo o por conveniencia el resto les obedecía. Sin chistar. Pero llegó un chico nuevo. Y ese chico nuevo les hizo abrir los ojos y la mente.  Se acabó ese pequeño clientelismo formado, ya que la mayoría comprendió la situación a la que le sometían los dos chicos. –Ese chaval tenía que ser terriblemente listo. Y tener mucho carisma- dije cuando me contaron la historia.

Sonreí. Llegaba a casa mientras sonaba Revolution de The Beatles. -A lo mejor el mundo no se puede cambiar. O a lo mejor si-, mascullaba mientras abría la pesada puerta del portal.

4 comentarios:

  1. Bonito relato.

    Yo aún creo en el "a lo mejor". Claro que después de cuatro tragos la vida se ve de manera distinta :P

    cya

    ResponderEliminar
  2. Me gustaría saber tu nombre y tus estudios ya que este blog todo lo que dice son cosas coherentes y cojonudas.
    Estaría bien poder hablar con gente así

    ResponderEliminar
  3. Somos dos personas, tres articulos corresponden al hidalgo filosofo y el resto a mi Prometeo. No puedo revelar información de mi compañero sin su consentimiento. Por mi parte, derecho aunque de forma autonoma otras muchas ramas.

    Agradezco tus palabras.

    ResponderEliminar
  4. Pues a ver si gente como vosotros consigue algo porque merece la pena.
    Yo os animo a seguir con vuestro proyecto

    ResponderEliminar